viernes, 17 de abril de 2015

Barbas

Hace ya cinco o seis años que no me afeito con cuchilla. He llevado barba casi desde que me salió, con longitud que ha variado entre los dos días y el mes y medio (con dramáticas consecuencias). En principio era una cuestión estética (a los feos las cosas que nos tapan la cara nos sientan bien), pero ahora resulta que también tiene implicaciones en el mundo laboral (afortunadamente positivas).

Trabajo en un mundo muy estratificado como es la universidad española y que tiene un cierto parecido con el juego de la oca sustituyendo las casillas por figuras laborales (aunque cada vez se parece más a escaleras y toboganes). Cuantos más años se lleven en la carrera y mejor currículum se acumule, más se avanza y mejor posición se alcanza (al menos eso dice la teoría). Además, resulta que en los campus universitarios crecen los egos como si fuesen secuoyas (se conoce que hay muy buen abono), por lo que nadie reconoce a otro como igual salvo que estén exactamente en la misma casilla (cosa harto improbable). A los catedráticos se les venera mientras que a los doctorando se les trata con una mezcla de paternalismo y displicencia. Vamos, que mirar por encima del hombro tiene casi rango de disciplina olímpica entre el profesorado universitario.

Y aquí es donde entra en juego la barba. Según un estudio realizado a base de encuestas personales (que básicamente consiste en que he preguntado a varias personas cuántos años me echan), la barba hace que parecer entre 4 y 8 años mayor (dos o tres casillas de oca universitaria para los más jóvenes). Eso hace que me libre de algunas miradas condescendientes e incluso, en raras ocasiones, se llegue hasta a tener en cuenta mi opinión (¡qué locura!). Por otra parte, también me toca dar clases prácticas de los últimos cursos de carrera con alumnos que son prácticamente de mi edad. En ese caso el parecer un lustro (joder, ¡un lustro!) más viejo también ayuda a que me perciban como un profesor más y no como un compañero que acaba de terminar la carrera.

Conclusiones de la parrafada: 
a) La imagen cuenta incluso en aquellos sitios donde en teoría prima la faceta intelectual.
b) Parecer viejo no es necesariamente malo (o eso quiero yo pensar por la cuenta que me trae).

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Jajajaja! Me ha encantado, lástima que las féminas no podamos recurrir a la misma estrategia (supongo que ciertas afortunadas sí, pero yo siempre he sido muy rubia y muy lampiña). En mi caso, el equivalente a la barba es la bata blanca, que cuela con los alumnos (quiero creer) pero ni de coña con mis colegas xD