viernes, 20 de mayo de 2016

Instrucciones para hacer la foto de Ámsterdam

La capital de los Países Bajos está bastante lejos de las imágenes de grandeza que muestran otras grandes capitales europeas. No tiene grandes monumentos históricos o avenidas que se queden en la retina del visitante como Paris o Roma. Tampoco la modernidad de los caprichosos rascacielos de la city londinense ni ese ambiente de antigua nobleza venida a menos de Lisboa o Praga.  Para más inri es completamente llana, por lo que ya se puede uno olvidar de buscar una panorámica de la ciudad. Siempre queda la opción de hacerle una foto al espantoso Palacio Real o la anodina casa de Ana Frank, pero no espere que nadie reconozca que ha estado usted en Ámsterdam al verla. Esos recursos, tan clásicos para el turista que busca la ilusión óptica sujetando una torre o el fotógrafo de monumentos con monigote de aquí estoy yo, no valen en Ámsterdam. Menos mal que alguien tuvo la ocurrencia de poner en letras gigantes delante del Rijksmuseum “Iamsterdam” con esas tres primeras letras en rojo, por si alguien no pilla el sutil juego de palabras, que es un parche bastante burdo pero menos da una piedra.

Pese a todo lo anterior la ciudad tiene una fuerte personalidad marcada por dos elementos que la hacen fácilmente reconocible. Y no, no me refiero a las prostitutas y la marihuana, que al fin y al cabo son algo bastante fácil de encontrar en cualquier país del mundo y tampoco es que queden muy vistosos en su red social preferida o en el álbum que enseñará a sus familiares a la vuelta. Hablaba de los canales y las bicicletas. Para abreviar y no aburrir: hay muchos canales y muchas más que muchas bicicletas. Bien, ahora que sabemos lo que tenemos que fotografiar, hay que buscar esa imagen que tenga los dos elementos y si podemos ponernos de monigote mejor.

Vaya al Singel, uno de los canales históricos en cuyas calles adyacentes se agolpan (literalmente) bloques de los siglos XVII y XVIII. Casi todos los edificios son antiguos y están razonablemente bien conservados pero a la altura del Palacio Real, es decir en el mismo corazón de la ciudad, hay un espantoso inmueble contemporáneo de cinco o seis plantas que es todo hormigón, chapa y ventanas. Es la facultad de letras. No se alarme, no saldrá en la foto pero es importante.

Justo al lado del mamotreto hay un puente que cruza el canal. Está elevado sobre el nivel de la calle y además es mucho más ancho de lo normal, por lo que más que un puente parece una pequeña plaza. En él hay una enorme cabeza de bronce de un tal Multatuli. Es un escritor holandés del XIX que denunció la explotación colonial holandesa, apréndaselo porque nadie lo conoce y quedará muy bien al explicarlo después. En el centro del puente hay bancos y en los márgenes varias terrazas de cafeterías además de bicicletas aparcadas por doquier. Una de las terrazas tiene las mesas y sillas enteras de amarillo oscuro. Si quiere situar un monigote en la foto es el momento, mándelo a tomarse un café en esas mesas amarillas y usted diríjase a la infame construcción moderna que tiene al lado. Al ser un edificio de la universidad estará abierto cualquier día lectivo. En el segundo piso está la entrada a la biblioteca y una vez dentro puede subir hasta el tercero, también de biblioteca. No intente atajar yendo directamente al tercero, no es posible, ni siquiera existe ese botón en el ascensor. En la parte más alejada de la entrada después de un pequeño recodo, hay una sala circular con mesas de estudio y un ventanal que da al canal. Si se asoma puede ver perfectamente todos los edificios y las terrazas y abajo a la izquierda la terraza de mesas amarillas. Puede saludar con la mano si quiere.


Ese es el escenario. Ahora bien, le recomiendo que vaya la primera mañana de sol que haya en abril. Así el agua del canal no se verá demasiado oscura y los árboles tendrán hojas nuevas con un verde mucho más vivo. Además, los locales se vuelven locos con la primavera y le llenarán la estampa de gente sonriendo. Pero lo mejor de todo es que si espera hasta las 11:06 exactamente pasarán por el lado contrario del puente un grupo de unos veinte turistas montados en bicicletas exactamente del mismo tono que las mesas donde ha dejado a su monigote que le terminarán de completar la composición.

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